El futuro para los soñadores

La lluvia caía por los ventanales de aquella oscura habitación iluminada por la suave y tibia luz de su pequeña lámpara de noche. Los cristales se empañaban delicadamente mientras la luz de la fría calle iba cayendo lentamente. Comenzó a recordar todo lo vivido, a reflexionar sobre las personas, sobre el destino, sobre la vida, sobre su vida.

Se encontraba tirada en medio de su habitación, con los pies en alto y la cabeza sobre su almohada, su largo pelo rubio se dejaba caer sobre ese viejo colchón. De fondo una gran canción, de esas lentas que te hacen ver la vida de otra manera, que hacen que te contonees suavemente dejándote llevar por su pegadizo ritmo. Miraba de reojo aquel libro empezado que se encontraba sobre su mesita de noche, quería cogerlo, sumergirse en su lectura y dejarse llevar por la vida de aquellos personajes, una vida tan diferente a la suya que le hacía creerse mejor. Pero sabía que no era el momento, que ahora tocaba pensar sobre ella misma, sobre todo lo que le quedaba por vivir, sobre todo lo que estaba viviendo, sobre ese futuro no tan lejano. Era asombroso, todo lo que buscaba lo tenía sobre la yema de sus dedos, pero pese a ello tenía que recordarlo cada día para creérselo. Era difícil almacenar tantas historias juntas, tanta felicidad escondida; este era su momento, y lo estaba viviendo a cada instante. Abrió su pequeño cuaderno, malgastado por el paso del tiempo. Y comenzó a anotar, hoy le tocaba recordar, reflexionar, sonreír y plantarle cara al futuro. Sacó su bolígrafo y comenzó a anotar, un cuaderno sin fin.

Demasiadas historias empezaban a anotarse en viejas hojas de papel. Recordaba el comienzo, comienzos absurdos y lágrimas en los ojos al ver en lo que se habían convertido. Un mensaje una tarde del 9 de mayo, conversaciones tontas, sonrisas tras una pantalla, el sueño de derrumbar los malditos kilómetros que les separaban y la espera de 4 meses y 20 días más para fundirse en ese cálido abrazo que tantas veces había sido descrito. Una sonrisa una noche del 1 de diciembre en una vieja calle de la ciudad, conversaciones prohibidas, besos escondidos, un futuro plagado de sonrisas, un futuro rodeada entre sus brazos, malgastando carmín, parando el tiempo. Sonrisas cada mañana desde un octubre muy lejano, una tarde de horas andando sin parar, muchos problemas que afrontar, sonrisas, bailes, canciones, abrazos, verano, una amistad grabada con fuego.

Tenía todo lo que quería, tenía una sonrisa imborrable sobre el rostro. La vida que tantas veces había descrito, las sonrisas, los besos, los brazos, los abrazos, los kilómetros. Todo era perfecto, tan perfecto, que este era el momento de parar el tiempo y reflexionar: ¿Qué pasaría si algo de esto se acabara? Y justo, como si el destino estuviera en su contra, la música de su reproductor se paró con la magia del tiempo.

Si algo de esto no estuviera sería como vivir sin música, sin magia.

                   

La felicidad de los detalles, de lo soñado.

Esta vez si que lo siento muchísimo. No os podéis imaginar lo ocupada que ando, en cierto modo mi vida a cambiado bastante y ya no tengo tiempo para nada, ni para hacer lo que más me gusta, que es escribir, pero prometo que en ratos libres aprovechare para volver por aquí porque no me puedo permitir alejarme de este mundo.

Muchas gracias a todos esos seguidores que durante mi larga desaparición habéis seguido pasando y comentando y gracias a esos nuevos 10 seguidores. Sois geniales.

Little Dreamer está de vuelta.