Nunca compitas contra el recuerdo.

Miraba aquella caja llena de recuerdos desesperantes con una lágrima cayendo sobre sus mejillas, miles de fotos le acosaban, le recordaban su vida, aquella vida que ya no le pertenecía. Sacó la mano de la hermosa caja con algo enrollado entre sus delicados dedos, no pudo aguantar ni un segundo más, el llanto inundó cada esquina de la habitación, una gargantilla se encontraba inerte entre su tacto suave, de la cual un corazón colgaba como signo de ese amor. Jamás entendería porque la vida jugaba con ella de esa forma. Un escalofrío la hizo despertar de entre todos su recuerdos, en ese mismo instante, notó algo sobre su oído derecho, como si una presencia  la susurrara que todavía permanecía allí con ella. Alice creía estar loca, creía que ya nada tenía solución, ya no salía de casa por miedo a que aquel puente la volviera a llamar, si, exactamente el que se encontraba a tres manzanas de su céntrico piso, casualmente aquel en el cual hace dos meses colgó con él un candado, Alice recordaba ese instante como si no quedara mañana: Paul, con su mirada cautivadora, la miró a los ojos, sacó un candado en el cual sus dos nombres permanecían escritos, y lo colgó de aquel puente, su puente; en aquel mismo instante se acercó a Alice y hizo que algo colgara sobre su cuello: la llave, si, la llave de aquel candado que tantas historias les haría pasar juntos, ella sería la guardiana de su amor. Recordarlo hacía que Alice dejara de sentirse tan fuerte como siempre lo había sido. La última noche de Alice no fue lo que se puede decir la mejor, un nudo en la garganta inundó de lágrimas su almohada, se agarraba fuertemente las piernas, con afán de protegerse. Las cuatro de la mañana y Alice no mejoraba, salió corriendo de su casa desesperadamente, ya no recordaba lo que era oler el aire, pero eso no la frenó, en pocos minutos ya se encontraba frente a su puente, suyo y de Paul. Miró el colgante que protegía su relación y con los ojos empapados entre lágrimas no pudo más que decir: prometiste que yo sería capaz de cuidar de esto, pero ahora, ahora tú no estás, y ya no tengo nada que cuidar, prometiste que no te irías Paul, prometiste que estaríamos siempre juntos, dijiste que nos casaríamos… pero ahora, ahora yo me voy contigo.

 Y en ese mismo instante Alice dejó de ver todo negro, Alice ya no veía, Alice estaba con Paul. 

Recuerdos enmarcados contra el olvido.

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